Tributo a Sex & the city
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Cuando te conocí me gustaste tanto… quise hacer tantas cosas… tuve cientos de deseos y fantasías que adquirieron rostro en ese preciso momento.
La Samantha en mí quiso besarte apasionadamente, en el cuello, en los labios, en tu rostro y más allá. Quiso desgarrarte las ropas, retirar tu cinturón y viajar a través de tu entrepierna, tocar y conocer cada rincón, amanecer contigo cansada de tanto placer, lista para más y dispuesta a todo.
La Charlotte en mí vio tu potencial para el compromiso, pensó en si serías un buen padre, evaluó tu carácter y consideró las dimensiones de tu alcoba. Pensó a largo plazo, vio el futuro, y le gustó… buscó defectos, pero no los encontró, se dejó llevar por el idílico paraje que sólo su mente podría idear.
La Miranda en mí fue graciosa, sarcástica, rio de tus bromas, te hizo reír y trató de ser tu amiga. Le cayó bien a tus amigos y viceversa, quiso ayudarte con las cosas de la casa, te vio como un compañero, como un socio, quiso que el compromiso fuera tácito, sin ataduras, pero consensual.
La Carrie en mí vio lo bueno y lo malo de ti, sabía que eras un mujeriego, pero creía que esta vez sería diferente; sabía que fumabas como prostituta, pero no trató de cambiarlo; vio que eras atento y caballeroso, para luego pensar que no era tu yo de verdad; le cayó muy bien a tu padre, pero llegó a pensar que le caía mejor a él que a ti; temió acelerar tanto las cosas, pero dijo sí.
Y Yo, yo simplemente vi lo que quise ver, vi todo lo que necesitaba –o creí necesitar- en ese momento, ignoré inconscientemente tus fallas, silencié esa voz interna que me decía que algo estaba mal, omití las evidencias de tu patanería, obvié ese desconcertante tono de tu voz, lo hice aún cuando no quería. Traté de ser perfecta para ti, tal como yo te había idealizado para mí, pero una farsa de tales proporciones no podía sostenerse por mucho.
Y cuando todo terminó, lloré. No por ti, pero por mí, por haberte puesto en un pedestal, por no haber visto con el corazón, por ponerme la trampa yo misma, y darme cuenta de que no valías la pena.