¡A mí!

Quiero alguien que me quiera a mí, no sólo a mi coño.

...yo soñaría con mi amor y el tuyo...

Este fue de los primeros poemas que me envió el Poeta Prostituto:


Es un sueño la vida, pero un sueño febril que dura un punto; cuando de él se despierta, se ve que todo es vanidad y humo... ¡Ojalá fuera un sueño muy largo y muy profundo! ¡un sueño que durara hasta la muerte!... yo soñaría con mi amor y el tuyo."

G. A. Bécquer

El momento más erótico de mi vida

Nos habíamos visto solamente una vez aproximadamente un mes atrás, luego de sendos mensajes confusos, poemas y correos desesperados, nos vimos de nuevo. De nuestra primera sesión descubrimos nuestra química corporal y perversiones compartidas, fue tan intenso que merece ser contado por aparte, el título sería "Coger con ropa"...

Los besos y las caricias me hacían estremecer como hace tiempo no lo hacía... nuestros cuerpos se acoplaban tan bien, había tanto deseo acumulado, tanta energía; sus mordiscos me excitaban como sólo él había logrado hacerlo hasta el momento. Pronto los movimientos eran tan violentos que fue necesaria mayor privacidad... difícil de obtener si se está en un espacio semi público... las graditas en forma de caracol de la biblioteca Tinoco sirvieron como nuestro semi escondite... el exhibicionismo lo hacía todo un poco más excitante, allí descubrí por primera vez mi lado exhibicionista.


Pronto comenzaste a desabrochar mi pantalón, metiste tus dedos suavemente y me acariciaste con inédita pericia, tus besos y mordiscos en mi abdomen y en mis muslos, incitaban mis jugos, me estremecí y gemí como pocas veces lo había hecho, me diste a lamer tus dedos, me excité mas, luego preguntaste:¿quieres un besito?, ante lo cual repliqué con un rápido y muy seguro "sí". ¿Sí?, preguntaste con emoción. -, contesté. Acto seguido nos acomodamos, bajaste más mis pantalones y procediste a darme la mejor sesión de sexo oral que tuve hasta esa fecha, gemí tanto que los guardas podrían habernos sacado... pero en el momento, me dejé llevar y no me importó nada más. La forma en la que movía su lengua, mordía mi clítoris y se introducía en mi me hizo quebrarme y querer más, mucho más.
-¿Rico? -preguntaste
- Sí -admití con dificultad por la falta de aire
- ¿Cuánto?
- Mucho... -contesté entre suspiros y gemidos
Y seguiste dándome placer...
- ¿Más?
- Mmmmmm, ¡sí....!



Y me perdí entre tanta lascivia, tanta saliva, tantos dobleces de cuerpo... él se esforzó tanto... vi su esmero, su cuidado y dedicación, cómo me contemplaba, cómo se excitaba al hacérmelo...

¡Fui tan feliz, oh, tan feliz!, aquella tarde de domingo en las graditas de caracol de la Biblioteca Tinoco.

Sola

¿Alguna vez se han masturbado tanto que les duele?

Ayer estaba viendo YouPorn y estoy un poco irritada... creo que llegué al punto en el que la masturbación ya no funciona, necesito "the real deal".



Pasando por breve e indeseado período de celibato.

¿Es muy malo?

¿Es muy malo pedirle prestado el apartamento a una amiga para "estudiar" con un "amigo"?, el plan es decirle que en mi casa no puedo estudiar y que ocupo un lugar silencioso y en donde no haya nadie... técnicamente voy a usarlo de motel...

¿Es eso malo?, y si le dijera la verdad, ¿me lo negaría de entrada?, ¿sería demasiado descaro?, sé que ella no es muy conservadora... pero ¿lo consideraría una falta de respeto?

Fantasma -¿final?

Sus ojos se cruzaron desde ambos extremos de la habitación, a decenas de personas y rencores acumulados de distancia, él se acercó lentamente hacia ella, se continuaban mirando a cada paso, ella añoró ese momento por meses, años, en su mente… ambos revelaban un dejo de temor en sus miradas, sus piernas temblaban un poco al verlo venir, sus vellos se erizaban al llenarse su cabeza con los recuerdos de esa noche y otras noches que nunca fueron… parecieron horas en su mente, pero finalmente se postró frente a ella, quien continuaba sin comprender cómo había vencido su característica cobardía para acercarse esa noche en particular.

¡Cuántas noches deseó verlo!, topárselo por la calle o en el autobús, o en alguno de los bares capitalinos que ella sabía frecuentaba… una llamada, un mensaje, cualquier manifestación de, no aprecio, sabía que el asunto no llegaba a tanto, pero de presencia, de “sé que existes”, “aquí estoy”, “te recuerdo”… pero jamás en su vida un hombre tan ausente le había causado tanto pesar e ilusiones rotas como él, nadie le había abierto los ojos de tal manera, nadie la había hecho desconfiar tanto de la raza humana; nadie tampoco había hecho estremecer su cuerpo de tal manera, nadie había sido dueño de tantas de sus fantasías como él lo fue. ¿Qué podría decirse ahora que borrara todo el pasado?, ¿qué, que revirtiera el daño y el placer?, de hecho, no había nada que decir realmente. Pese a que ella nunca dijo todo lo que sentía, siempre pensó que él lo supo… y que no le importó un carajo. Quiso pensar que él tuvo alguna vez algo similar que decir, pero después de tanto tiempo, y tantas oportunidades para hacerlo, resolvió convencerse de que nunca fue así… ahora el destino los unía, una vez más.

Ella sabía que existía un motivo para que quisiera acercarse: se iba pronto del país, por tiempo indefinido, a comenzar una nueva vida a kilómetros de distancia… sólo una eventualidad de tal magnitud podría hacerlo dar ese paso sin precedentes. Su falsa promesa de verse antes del éxodo ya había sido olvidada… le dolió tanto la noticia, lloró incluso, que había preferido no darse por aludida y guardar el dolor muy adentro, no fuera a ser que él algún día lo supiera. Lo que más le dolió fue que la idea de no volver a verla jamás no pareciera importarle, pero después de todo… ya había sucedido una vez, ya la había abandonado una vez, sin siquiera tener que irse del país, ¿por qué sería diferente ahora?

La miró un rato antes de decir palabra, tímidamente tomó el mechón de cabello que cubría su cara y lo puso detrás de su oreja, ella miró hacia abajo.
-“¿Cómo estás?”– preguntó.
-“Muy bien, ¿y usted?- replicó ella.
-“Aquí, con unos compas… hey, la próxima semana me voy, no quiere hacer algo mañana (sería sábado)?”

-“Uy, creo que no”

-“¿No?, ¿por qué?”- respondió con cierto asombro

-“¿Por qué hasta ahora?, con tantos días posibles… mañana no puedo, y aunque pudiera, diría que no” –acto seguido, sonrió

-“¿Y eso?, yo mquería verte antes de irme…”

-“Pues, aquí estoy… hagamos de esto el adiós, ya que no creo que nos volvamos a ver nunca más…”

-“¿Pero, ¿por qué así?

-“Porque yo no quiero”- respondió asertivamente. “De todos modos, no creo que le importe mucho, después de todo, hace tiempo no hablamos, ni siquiera somos amigos…”

-“¿Y entonces?”

-“Entonces, ciao, ¡y que le vaya muy bien en Alemania!”- se puso de puntitas, tomó su cabeza y le dio un beso en la mejilla. “Adiós” –sonrió, dio media vuelta y se fue. Trató de acelerar el paso para que no vieran sus lágrimas, que se hacía imposible contener…

Sintió que alguien la tocó por detrás, era él. Sin más, la tomó fuertemente entre sus brazos, como aferrándose, las personas en la calle miraban extrañadas. Se unieron en un abrazo intenso que duró un par de minutos. Él sintió sus lágrimas. Ella lo notó. Él susurró en su oído: -“me hubiera gustado que fuera diferente, perdón”. -“A mí también”- dijo ella. –“Perdón”. Se desprendió de él sin alzar la mirada y huyó. Esa, esperó que fuese la última vez que se encontrarían.

La chica en mí

Tributo a Sex & the city

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Cuando te conocí me gustaste tanto… quise hacer tantas cosas… tuve cientos de deseos y fantasías que adquirieron rostro en ese preciso momento.

La Samantha en mí quiso besarte apasionadamente, en el cuello, en los labios, en tu rostro y más allá. Quiso desgarrarte las ropas, retirar tu cinturón y viajar a través de tu entrepierna, tocar y conocer cada rincón, amanecer contigo cansada de tanto placer, lista para más y dispuesta a todo.

La Charlotte en mí vio tu potencial para el compromiso, pensó en si serías un buen padre, evaluó tu carácter y consideró las dimensiones de tu alcoba. Pensó a largo plazo, vio el futuro, y le gustó… buscó defectos, pero no los encontró, se dejó llevar por el idílico paraje que sólo su mente podría idear.

La Miranda en mí fue graciosa, sarcástica, rio de tus bromas, te hizo reír y trató de ser tu amiga. Le cayó bien a tus amigos y viceversa, quiso ayudarte con las cosas de la casa, te vio como un compañero, como un socio, quiso que el compromiso fuera tácito, sin ataduras, pero consensual.

La Carrie en mí vio lo bueno y lo malo de ti, sabía que eras un mujeriego, pero creía que esta vez sería diferente; sabía que fumabas como prostituta, pero no trató de cambiarlo; vio que eras atento y caballeroso, para luego pensar que no era tu yo de verdad; le cayó muy bien a tu padre, pero llegó a pensar que le caía mejor a él que a ti; temió acelerar tanto las cosas, pero dijo .

Y Yo, yo simplemente vi lo que quise ver, vi todo lo que necesitaba –o creí necesitar- en ese momento, ignoré inconscientemente tus fallas, silencié esa voz interna que me decía que algo estaba mal, omití las evidencias de tu patanería, obvié ese desconcertante tono de tu voz, lo hice aún cuando no quería. Traté de ser perfecta para ti, tal como yo te había idealizado para mí, pero una farsa de tales proporciones no podía sostenerse por mucho.

Y cuando todo terminó, lloré. No por ti, pero por mí, por haberte puesto en un pedestal, por no haber visto con el corazón, por ponerme la trampa yo misma, y darme cuenta de que no valías la pena.

La primera vez (tercera parte y final)

Costó, pero sucedió… finalmente sucedió…

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Luego de nuestro primer episodio nos tomamos un descanso, comimos, salimos un rato. Con comida adentro y un par de cervezas después, ya no había excusa; yo estaba un poco más relajada y tú también. Volvimos a la cama.

Me metiste de nuevo el dedo, buscabas mi lubricación, empecé a gemir… tus maniobras estuvieron cerca de provocarme un orgasmo. Te pusiste luego en posición para hacerme el misionero, la metiste más lentamente, despacio, aprendiendo de la primera vez; yo me abrí tanto como pude y unos segundos después la penetración fue total, “ya entró” –exclamaste emocionado, y comenzó el bombeo. Se sintió bien. Diferente.

Estabas tan excitado, me lo hiciste tan rápido, tan fuerte… que por un momento sentí dolor. Pero me aguanté, no quería arruinártelo. Entre mi placer/dolor, manoseabas mis senos, yo chupaba tu cuello… y terminaste rápidamente adentro de mí. Sentí tu leche llenarme por dentro, un condón empapado fue el testigo silencioso de nuestro anticipado encuentro.

Aún desnudos, con nuestras ropas al borde de la cama, sucumbimos ante el cansancio. Me acurruqué en tu pecho, tomaste mis manos con las tuyas y descubrí tu pierna rozando mi sexo; esa noche fuimos uno, a mí me había bastado ver los orgasmos reflejados en tu rostro, aunque yo no tuviese ninguno.

A la mañana siguiente estabas hambriento por más, me desperté con tus labios sobre los míos y viendo tu pija tan dura como la noche anterior. Me tocaste. Estaba húmeda. Esta vez fue más fácil, me hiciste el misionero y lo disfrutaste tanto o más que la primera vez… y sentí tu orgasmo con intensidad similar. Luego te volteaste, y seguiste durmiendo. Yo no pude, me quedé ahí, viéndote dormir… y después de haberte dado tanto placer, tres orgasmos y entregarte por siempre un poco de mi ser… no pude evitar sentir que algo estaba mal… tú allí, todo feliz, todo regado, y yo adolorida y sin orgasmos.

No te la di porque fueras el “hombre de mi vida”, ni porque te “amara”, ni porque quisiera algo a muy largo plazo contigo… simplemente creí que era el momento, y me gustabas y me caías bien… ¡y me comían las ganas!, pero esperé que las siguientes fueran mucho mejores.

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Mi primera vez no fue buena, mi primera vez no fue una ´”única” vez, fue rara, la marihuana no me dejó sentirla bien, no quise aceptarla como tal, fue un poco embarazosa, pero sobretodo, fue muy educativa: aprendí cómo me gusta ser tocada, aprendí qué no hacer antes del sexo, aprendí que mi placer debe ser tanto como el suyo, y aprendí que puedo entregar mi cuerpo cuantas veces quiera, pero mi alma y mi corazón deben quedar intactos.

Mi virginidad pasó de “técnica” a inexistente, pero aún soy virgen de corazón, ya que he hecho el sexo muchas veces, pero jamás he hecho el amor.

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La primera vez (segunda parte)

Sin embargo, ese día no estaba preparada para hacerlo todo. Te pedí paciencia, y te prometí entrega total, pero esa no sería la noche.

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Los días siguieron transcurriendo a paso lento, lejos de apaciguar las ganas, mi anticipo más bien las acrecentó, y los recuerdos de esas tardes de invierno en tu cama me acompañaban a todo lugar, el roce de tu cuerpo, tus largas piernas entrelazadas con las mías, tus carnosos labios besando y chupando mis senos, dormirnos en los regazos del otro… me levantaba y me acostaba pensando en ti, deseándote más y más.

Doscientos años después, llegó el día. Una tarea que tenía que mandar esa tarde, la desvelada de la noche anterior terminando un trabajo, el exceso de café y la escasez de sueño hicieron que para la tarde ya estuviera agotada… pero tenía una cita pendiente. Me recogiste en un lugar cercano a la U al cual llegué en taxi, ya que lo sexy de mi atuendo no hacía posible que pudiera caminar libremente por la calle a plena luz del día… sólo por ti me vestí así…

Lo único que deseaba en ese momento era descansar (y comer…), no podía esperar más para yacer en esa gran cama y dormir un poco para poder levantarme con energía suficiente. Pero las cosas no ocurrieron de acuerdo con mis planes… la visita a un amigo, una diligencia inesperada y unas dos horas de andar en carro después finalmente pude acostarme en tu cama. Las ganas estaban, el cuerpo también –depilado como nunca-, y el hombre expectante también… no sé si fue por el frío, o por el cansancio, o por los tres puros que habíamos fumado, pero no fue lo que esperaba.

Ahora no puedo decir si fue percepción mía o efectivamente ese día no se sintió igual que los otros… no se sintió tan rico… estabas tan apurado, tan desesperado, que empezaste a quitarme las mallas (fishnets), batallaste con los ligueros y bajaste rápidamente mis diminutas pantaletas de encaje negro. Me mamaste con tanta avidez, con tanta efusividad, con una cara de “te voy a comer” que nunca te había visto… pero yo lamenté no poder sentirlo más, mejor; estaba cansada… pero temía pararte y matar la ilusión de esa noche perfecta con la que habíamos estado fantaseando. Tampoco te dije que era semi-virgen… no quería que perdieras esa imagen sexual que tenías de mí.

Empezaste a tocarme, tanteabas mis labios, manoseabas mi clítoris, metiste tu dedo y sentiste mi humedad. Tus dedos eran como mágicos, sabían exactamente cómo moverse y fuiste tan diestro que me sacaste varios gemidos, uno de ellos casi orgásmico. Pero no era suficiente, aún no estaba lista, no estaba lo suficientemente dilatada… pero intentaste metérmela… y no pudiste… yo estaba un poco tensa… pero tenías que meterla. Intentamos de perrito, pero no me sentí cómoda, “parecemos novatos” –dijiste- (si supieras cuánto…), se te bajó un poco, noté en tu rostro un dejo de frustración… le echaste la culpa a que tampoco habías comido ni dormido bien… aún así, hiciste lo que pudiste y no importó que no llegaras hasta adentro, porque igual te viniste.

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Continuará (wow, no esperé que este relato se me hiciese tan largo)…

La primera vez

Siempre pensé que era un bicho raro por haber sido virgen hasta los 21 (y semi-virgen hasta los 19…), pero luego descubrí que muchas otras –y otros- tenían una edad cercana a esta cuando perdieron su virginidad.

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Desde la primera vez que nos vimos y noté cómo me mirabas, sabía que algo iba a ocurrir entre nosotros. Nunca nadie había posado sus ojos en mí como tú lo hiciste, con tanta ternura y lujuria al mismo tiempo, como queriendo ver que había debajo de mis ropas, como si estuvieras tocándome con la mirada, como si fuera la primera y única mujer.

Las ansias nos comían a ambos por igual, pero yo creí pretender ser un poco más discreta que tú (nunca sabré si te tragaste mi acto…), creo que no habían pasado ni 45 minutos desde que nos vimos y el momento en el que nos besamos por primera vez. No te aguantaste más las ganas y tus labios se lanzaron hacia los míos con la más audaz pericia; fue un beso dulce pero apasionado, largo y meticuloso, de esos que se dan con todo el cuerpo…. de esos que te dejan deseando más.

Los días pasaron y parecieron siglos… pensaba en ti cada minuto del día, y tú te asegurabas de que así fuera con tus constantes recordatorios sobre cuánto te gustaba; yo fantaseaba contigo, con tus labios, con tus manos, con tu olor… y tu fantaseabas conmigo, dudo que menos de lo que yo lo hacía.

Acostada en tu cama, me deleité al sentir tu polla ponerse más dura con cada beso, con cada caricia, aprendí a reconocer tus puntos débiles… se te paraba con el más leve movimiento de lengua. Metí mi mano entre tus pantalones y la busqué, toqué tus nalgas, y luego di un masaje sobre tu erecto y bien proporcionado miembro.

La miré y te la mirabas, leí tu mente cual libro abierto y no lo pensé mucho para reclinarme y poder con ello darte una mamada que recordaras por siempre; empecé por la base, pasando luego mi lengua por todo tu falo, desde arriba hacia abajo, haciendo movimientos circulares en la punta, artimaña en la que creo haber sido bastante habilidosa a juzgar por tus sonidos de placer y tu “qué rico, mami”, luego la metí en mi boca y te la mamé por largo rato, sentí placer al darte placer. Me la saqué sólo porque ya no podía sostener más esos abundantes líquidos que haciendo más fácil mi labor inundaron mi boca… me miraste a los ojos y me pediste un beso, te tenía en mí, en mis labios, en mis pequeñas manos, en mi cuello, en mis pensamientos… y sólo un poco, quizás, en mi corazón.

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Continuará…

Sexo en el Campus

La universidad no es sólo un espacio para la difusión de las ciencias y las artes, para cultivar la mente y formarnos en labores útiles para la sociedad; es también un espacio para descubrir quienes somos y explorar terrenos hasta ese punto vírgenes. ¡Literalmente!

Muchos entramos a la Universidad vírgenes y la dejamos sin serlo, y dado que el sexo en esta etapa suele ser experimental, de carácter exploratorio y novedoso, merece un tratamiento diferente. Aquí somos jóvenes, aprendiendo a vivir, aprendiendo a coger, tratando de lograr armonía entre los estudios, la vida adulta, el amor y el sexo.

Cavilaciones sin sentido, travesías exitosas, romance, situaciones incómodas, literatura erótica y exploraciones existenciales son algunas de las cosas que van a poder encontrar aquí, sin censura, sin miedo, sin tapujos, sin decoro y en un lenguaje familiar.

Este es un espacio para todos los que están hartos de que el sexo siga siendo un tema tabú en muchos entornos sociales y quieren un espacio para expresarse libremente.